Nunca levantó la voz pidiendo que le reconocieran su historia, nunca pidió un micrófono, nunca buscó a los medios de comunicación para aclarar nada. Solo su familia y la vieja camiseta de selección con franjas azul, blanca y azul eran los únicos testigos que Miguel Ángel Sánchez había concluido la prueba de ruta en México 1968.
