Recientemente la pagina web diariodeltriatlon publicó una nota donde Nicholas Raudenski encargado de la inteligencia en la Agencia Internacional de Controles, la empresa a la que la Unión Ciclista Internacional (UCI) encarga el antidopaje del Tour, dejaba en duda que muchos ciclistas corrieran limpios.
Según declaraciones de Raudenski al diario L’Équipe le parece muy extraño que se hagan cientos de controles antidopaje a los ciclistas y todos salgan negativos.
Raudeski está frustrado porque aunque diseñe los controles del Tour con todas las informaciones que su servicio de inteligencia le proporciona –se acabaron hace años los controles por sorteo o los limitados solo al primero de la etapa o de la general; se acabaron también los controles solo al terminar la etapa: los días de etapas importantes los agentes subían a los autobuses de los mejores equipos, el de Pogacar y el de Vingegaard, para tomar muestras por la mañana, y repetían por la noche, y se controla a los sospechosos, y se hacen más de 10 controles al día, incluidas tomas de sangre para el pasaporte biológico, el método indirecto de detección de EPO—no encuentran ningún tramposo.
«No debemos ser ingenuos: que no haya positivos no significa que no exista dopaje», recalca Mikel Zabala, una de las voces de referencia en España, donde compatibiliza sus cargos de seleccionador de mountain bike y ruta sub-23 con el de profesor titular en el Departamento de Educación Física y Deportiva de la Universidad de Granada.
Preguntado por la voz de alarma lanzada por David Lappartient, director de la UCI, que apunta a «rumores sobre nuevas técnicas dopantes», Zabala prefiere ampliar el foco. «Necesitamos controles certeros, no sólo en competición, sino a dedo, dirigidos a rendimientos difíciles de explicar. Por eso necesitamos personal con conocimiento técnico, para que los test sean más efectivos», prosigue, sin miedo al reproche contra la Agencia Estatal Antidopaje. «Desde que la AESPD tomó las riendas, se hacen menos test, sin saber los criterios que se utilizan y sin tener en cuenta a las Federaciones», subraya.
«Empeñarse en hablar de ausencia de dopaje en el pelotón es seguir soñando», apunta a este diarioeltriatlon el sociólogo Christophe Brissonneau. «El uso de productos legales e ilegales responde a la lógica del deporte de alto nivel y a su máxima citius, altius, fortius. En mi investigación se percibe la lógica de las drogas a lo largo de los últimos años del pasado siglo y esta lógica es aún más fuerte en décadas posteriores, así que ¿por qué los ciclistas ya no deberían recurrir a productos dopantes?», desarrolla el autor de L’épreuve du dopage. Sociologie du cyclisme professionnel (Presses Universitaires de France, 2008), en colaboración con Olivier Aubel y Fabien Ohl.
«Los test, aparte de ser más difíciles y más costosos, no están detectando lo que deberían detectar. Así que para aumentar la efectividad hay que apuntar hacia las pruebas de sangre seca y la investigación en el dopaje genético», corrobora Silvia Verdugo, autora de Dopaje Deportivo. Análisis Jurídico-Penal y estrategias de prevención (Bosch, 2017). Esta penalista chilena pide un «compromiso serio» frente a la lacra, en la línea del asumido contra la FIFA en 2015, cuando el trabajo entre la Interpol y las policías nacionales permitió destapar la trama corrupta de Joseph Blatter. «En cierto modo, el dopaje tiene un correlato con la delincuencia común: quienes mejor conocen las leyes son quienes te dan el tirón al bolso en plena calle», añade Verdugo, radicada en Sevilla desde hace una década.