Hay que querer y admirar a Julian Alaphilippe, un ciclista valiente que nunca escatima esfuerzos y siempre ofrece espectáculo. Hoy lo ha vuelto a hacer, fiel a su estilo, al ataque, pese a estar señalado y vigilado como el máximo favorito. Hombres como el francés hacen grande este deporte.
En una preciosa jornada con sabor a clásica -con 45 km finales llenos de cotas, ataques y alternativas- Julian Alaphilippe se ha llevado la victoria en la 3ª etapa del Tour (de 215 km, entre la localidad belga de Binche y la gala de Épernay), triunfo que le consagra además como nuevo líder de la carrera. Es su 11ª victoria en un espectacular 2019, y la número 29 de su carrera profesional.
Alaphilippe fraguó su triunfo en un explosivo ataque, marca de la casa, a 16 km de meta, en el ascenso a la Côte de Mutigny (0,9 km al 12,1%), con el que alcanzaba en la cima al fugado Tim Welllens, al que rebasó para lanzarse con decisión hacia la victoria de etapa. Tras mantener un intenso duelo con el grupo perseguidor, en el que iban casi todos los favoritos de la general -con la excepción del líder, Mike Teunissen, Ilnur Zakarin y Fabio Aru, cortados en esa subida- el francés se plantó en la meta de Éparnay – la capital del champán- con 26″ de ventaja sobre Michael Matthews y Jasper Stuyven. Hubo un pequeño corte de 5″ entre los sprinters, entre los que se colaron Thibaut Pinot y Egan Bernal, y el resto de favoritos.
Además de la diferencia en meta, Alaphilippe sumó 15″ de bonificación (10″ por la victoria de etapa y 5″ más por coronar segundo la Côte de Mutigny), con lo que aventaja en la general en 20″ a Wout Van Aert y en 25″ a Steven Kruijswijk y George Bennett. Egan Bernal es sexto, a 40″, Geraint Thomas séptimo, a 45″, y el español Enric Mas asciende a la octava plaza, a 46″.
La 3ª etapa del Tour tenía sabor a clásica, con unos últimos 45 km muy quebrados con cuatro cotas puntuables (una de 4ª y tres de 3ª), otra no puntuable a 4 km de meta (Mont Bernon, 1 km al 5,5%), y final tras un duro repecho de 500 metros al 8%. Una etapa que nos ha dejado más batalla y espectáculo que otras muchas de alta montaña.
Y todo gracias a hombres como Alaphilppe o Tim Wellens, ciclistas valientes que buscan la victorias de lejos, a lo grande, sin miedo al fracaso. El belga del Lotto Soudal se metió de inicio en la fuga del día, junto a los franceses Stéphane Rossetto (Cofidis), Paul Ourselin (Total Direct Energie), Yoann Offredo (Wanty-Gobert) y Anthony Délaplace (Arkéa-Samsic), quinteto que pronto hizo camino rodando a una velocidad endiablada; 46,9 km cubrieron en la primera hora.
Tras alcanzar una máxima de 6´20”, Deceuninck-Quick Step endurece el ritmo del pelotón defendiendo las opciones de Alaphilippe, lo que provoca que la ventaja de los fugados disminuya con rapidez. Nada más entrar en los últimos 50 km, rompepiernas y plagados de cotas, Wellens lanza un potente ataque con el que deja la compañía de sus cuatro compañeros, con los que pronto abre una ventaja superior al minuto.
A partir de ahí se establece un bonito duelo entre el belga y un Deceunick-Quick Step que pone a toda su artillería a trabajar, con Astana también interesado en endurecer el ritmo. En la explosiva, y bonificada, Côte de Mutigny (de 3ª; 0,9 km al 12,1%) que se coronaba a 16 km de meta, Alaphilippe se marcha en solitario, con su clase y potencia habitual, para cazar a Wellens en la misma cima y lanzarse hacia la victoria. Por detrás, Mikel Landa estuvo atento para inflitrarse en un peligroso cuarteto en su persecución, con Lutsenko, Woods y Schachmann, pero serían cazados poco después.
El francés remató la faena en el duro repecho final -500 metros al 8%- para lograr el pleno: victoria de etapa y un maillot amarillo que vuelve a vestir un ciclista francés cinco años después de que lo portara Tony Gallopin, solo un día, en 2014. Honor y gloria para este guerrillero, un ciclista imprescindible.