Richard Carapaz: De una humilde cuna en Ecuador a lo más alto del podio

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En la vivienda familiar de Richard Carapaz, situada en una zona rural a pocos kilómetros de la frontera con Colombia, sus padres y hermana madrugan cada día para no perder detalle de su gesta por conquistar el Giro de Italia.

Situada en la parroquia El Carmelo, del cantón Tulcán, conocida como la «capital del ciclismo ecuatoriano», la casa de una planta -rodeada por campos de patatas y donde pace el ganado y crían cerdos- se ha convertido estos días en punto de peregrinación de periodistas y curiosos ante la expectación creada por la actuación del ciclista.

Son las 6:30 de la mañana y, aún con el pijama puesto, una hermana de Richard, Cristina Carapaz, coloca una pantalla sobre una lavadora en una pequeña salita recibidor y enrosca una bombilla en una salida de luz que cuelga de la techumbre para poder seguir la etapa.

Hasta las gallinas y pollitos que rodean la casa parecen querer entrar para seguir a la «locomotora del Carchi», aunque también puede deberse a una fina lluvia propia de esta región andina.

«Estamos muy emocionados, los medios de comunicación nos llaman para entrevistarnos», explica a Efe Cristina, un año mayor que Richard, que cumplió el miércoles 26 años, que trabaja en la Prefectura de la provincia de Carchi, en su capital Tulcán, donde reconoce que también lo siguen en la tele o en la computadora en horario laboral.

Sobre la afición de su hermano a la bici recuerda que desde pequeños jugaban y que un día Juan Carlos Rosero, el que fue su primer entrenador, «llegó al colegio e incentivó a los niños para que siguieran en el ciclismo».

De Richard destaca su perseverancia, constancia y humildad.

«Si tiene que entrenar horas, las entrena, lucha y ha salido adelante a pesar del poco recurso económico que ha habido en la familia», sostiene.

A punto de partir a Quito en un camión de grandes dimensiones aparcado en una pequeña pendiente que lleva a la vivienda familiar, su padre, transportista, echa un vistazo al recorrido del Giro.

Los progenitores viajaron a la capital ecuatoriana para ver si logran sacarse el pasaporte y obtener los visados para viajar a Europa y abrazar a Richard cuando el domingo concluya la prueba, esperan que con la ´maglia´ rosa.

«Creo que toda la familia, toda la provincia, todos los que nos sentimos ecuatorianos, estamos muy felices. Al menos yo, como padre de Richard, soy el hombre más feliz», comenta Antonio Carapaz.

Dedicado al transporte desde hace cuarenta años, el progenitor refiere que siempre ha apoyado a su hijo en todo lo necesario. «En medio de nuestra pobreza y a veces pasando flaquezas», asegura.

Richard comenzó a trastear entre la chatarra donde solía encontrar restos de bicicletas y su padre le compró la primera con apenas 4 años, según rememora, «porque todavía no iba a la escuela».

Antonio atribuye el éxito de su hijo a que entrena en altura, que en la zona es superior a los 2.900 metros, además del esfuerzo y dedicación: «Es la pasión lo que me parece que lo llega a hacer tan fuerte».

En 2018 se convirtió en el primer ecuatoriano en ganar una etapa y vestir la camiseta blanca de mejor joven en el Giro de Italia, que ahora luce en un cuadro de la casa con una dedicatoria a sus padres.

A la pregunta de qué piensa decirle cuando, si nada lo impide, haga su entrada triunfal en Verona, comenta con timidez: «Le diría que eres el mejor hijo que pudo haberme dado Dios».

Tania Rosero, su esposa y madre de sus dos hijos, una niña y un niño de 2 y 5 años, lo sigue en una gran pantalla que ocupa medio salón en la residencia matrimonial que comparte con Richard en la vecina parroquia de Julio Andrade.

Un gran crucifijo, fotografías y trofeos del campeón son los principales elementos decorativos de la vivienda.

Carapaz se ha convertido en un referente para todos los jóvenes de la región de que por medio del deporte se puede llegar lejos.

«Recuerdo que en el colegio le decían: Richard, deja esa bici, eso no te va a servir para nada, y ahí lo vemos», afirma con orgullo sin dejar de mirar a la pantalla.

Llevan cinco años casados pero se conocieron en la escuela cuando ella tenía 14 y él 16, y pese a lo duro de las separaciones por los entrenamientos y competiciones, Tania afirma tener «el honor de ser su esposa y poder acompañarlo en sus sueños».

«Es positivo, constante, un día antes de ganar la etapa cuatro estaba un poco furioso de haber perdido 40 segundos y al otro día se levantó con una nueva mentalidad y ganó», destaca.

«No sé qué pueda pasar el domingo, para mí siempre ha sido campeón», sentencia con rotundidad.

Su amigo personal Jorge Montenegro, que dirige la escuela fundada en 2016 que lleva el nombre de Richard Carapaz, revela que al campeón le gusta entrenarse con sus compañeros de siempre, acercarse a Colombia donde se toma «varios tinticos» (café solo) y subir al volcán Chiles en Ecuador, a más de 4.700 metros.

«Es páramo, llegas a menos dos grados de temperatura. A él le gusta mucho eso, si llueve le gusta más, por eso los días en el Giro que llueve digo que él se va riendo porque aquí pasamos más penas», sonríe Montenegro en el velódromo de Tulcán, donde se entrenan al menos 15 chicos en ciclismo de competición.