Chris Froome sacó su orgullo de campeón en la Cumbre del Sol. Aquí perdió hace dos años ante Tom Dumoulin. No permitió que se repitiera la jugada. El británico lanzó un ataque demoledor a 500 metros de la meta, que esta vez sí reventó a Alberto Contador, que careció de chispa para seguir su cambio de ritmo. Sí llegaron a su rueda, poco después, Esteban Chaves y Michael Woods, pero sin fuelle para remontar. Froome celebró el triunfo a lo grande, enfundado en el maillot rojo, cada vez más consolidado al frente de la Vuelta a España. Curiosamente, esta es ‘sólo’ su segunda victoria de la temporada 2017. La primera: el cuarto Tour de Francia.
El orgullo mueve montañas, también las sube, y se manifiesta de múltiples formas en esta Vuelta. Vamos con más ejemplos. Romain Bardet, podio en las dos últimas ediciones del Tour, ha venido a la Vuelta con ganas de pelea, se vio competitivo en la jornada de Andorra, estaba a un minuto y medio tras la primera llegada en alto… Pero en la sexta etapa explotó en la batalla del Garbí y cedió cerca de siete minutos. Ni es su sitio, ni es el sello que quiere dejar en España. Este domingo tocaba intentarlo por tierra, mar y aire. Atacó junto a Domont a 36 kilómetros de la meta, sin éxito. Luego arrancó en plena subida, replicado por Enric Mas y Richard Carapaz. Agua. Y probó en una tercera ocasión que tampoco le condujo a ningún lado. El Sky había puesto a Mikel Nieve al frente del grupo. El jefe tenía hambre y no quería compartir la tarta.
Algo parecido le pasa al Movistar, que prueba un día tras otro, por muchos contratiempos que tenga que sortear. Comenzó la carrera sin sus dos líderes, Nairo Quintana y Alejandro Valverde. Se hundieron sus dos promesas en el primer asalto de montaña, Rubén Fernández y Marc Soler. Se cayeron sus dos veteranas alternativas, Dani Moreno y Carlos Betancur. Y a pesar de todo, insiste en cada jornada. En el segundo coche llevan un ejemplo de superación: Pablo Lastras. Un espejo que marca el espíritu del equipo. Soler volvió a meterse en la fuga, reincidente, y no se rindió hasta las cercanías de la Cumbre del Sol. Ahí saltó Carapaz, debutante ecuatoriano, con más ilusión que posibilidades reales. Quien no apuesta, no gana.
En ese grupo de fugados también había representación del Caja Rural, que no suele fallar a la cita, a veces a pares. Fue el turno de Lluís Mas y Diego Rubio, como otros días lo ha sido de Fabrizio Ferrari, de Rafael Reis, de Héctor Sáez, de Nicholas Schulz… Su invitación está más que justificada. Nunca tiran la toalla, lo que pasa es que en esta Vuelta hay mucho nivel… Iba a añadir que ‘nivel Tour’, aunque algunos días parece que incluso más. Y también hay mucho orgullo de campeón, ese mismo orgullo que ha llevado a Froome a venir a la Vuelta, un año tras otro, para intentar ganarla.
Se le ha atragantado siempre, por una u otra razón. Esta vez la tiene más encaminada, con esa contrarreloj de 40 kilómetros que asoma en Logroño en la última semana. Antes queda montaña de verdad. Que nadie se rinda.